Hasta el día que les den perpetua

Los jueces del Tribunal Oral número 1 de Dolores ya anunciaron las ocho condenas: prisión perpetua para Máximo Thomsen, Luciano y Ciro Pertossi, Enzo Comelli y Matias Benicelli por ser coautores del delito de homicidio doblemente agravado por premeditación y alevosía. Y 15 años para Ayrton Viollaz, Blas Cinalli y Lucas Pertossi por la participación secundaria en el mismo delito. Pero la lectura del veredicto está interrumpida. El primer plano de la transmisión oficial quedó congelado en el rostro de Máximo Thomsen, que está desvanecido.

Los periodistas de los canales de noticias aprovechan la pausa para hacer los primeros comentarios. Una conductora remarca la impresión que le causa la imagen. Su colega la interrumpe:

—Han sido encontrados culpables de asesinato, para que se entienda. Hablamos de homicidio doblemente agravado por alevosía. Son asesinos, y se puede decir con todas las palabras porque hay un tribunal que los ha encontrado culpables de asesinato. Son asesinos. Está bien decirle la palabra a estos jóvenes, son asesinos. Son asesinos porque así lo ha decidido la justicia en un fallo que es unánime.

Afuera de Tribunales, el clima es más intenso aún que durante las audiencias. La lectura del fallo se sigue a través de una pantalla gigante instalada enfrente, en el bar. Las prisiones perpetuas se festejaron con aplausos y cánticos eufóricos, como un gol de la Selección. Entre los asistentes, estuvieron padres y madres de víctimas jóvenes. No ha pasado desapercibido el abuelo de Lucio Dupuy.

—Este es solamente el comienzo —dice Fernando Burlando, el abogado de los padres de Fernando, ya en la vereda—. Es el primer paso hacia una condena que acaricie el corazón de Fernando (…). Lo que no se entiende es cómo a estas tres personas las benefician con la participación secundaria en el caso. Fue una justicia débil, y una justicia débil no es justicia. Tuvimos quince jornadas de debate donde lo único que vimos fue a una criatura pedir clemencia. Y esta justicia tuvo clemencia con tres acusados, de manera totalmente irracional.

Un minuto después, Burlando pide orden para que Graciela y Silvino, los padres de Fernando, puedan hablar. Pero no es posible: los móviles se abalanzan sobre la mamá y el papá. Silvino se retira a duras penas, lentamente, asediado por los micrófonos y las cámaras, pero agradece por todo el apoyo. A la prensa, a su abogado, y sobre todo a la gente: le dieron las fuerzas durante los tres años que separaron el crimen del juicio, para llegar a este primer final.

—Yo le cuento, usted no lo vio, Silvino, pero el cielo se nubló —le relata al papá de Fernando una periodista de Canal 13—. Y cuando terminó el veredicto salió el sol radiante que ve ahora. La gente lloraba al ver ésto.

***

Menos de dos horas después de la lectura del veredicto, entre los primeros 15 hashtags sólo dos escapan al caso de Fernando Baez Sosa. Un impacto acorde al fervor popular y mediático que pudo verse a lo largo de las quince jornadas de un juicio que rompió con todos los récords de audiencia y difusión.

—A usted la veo todas las mañanas llegar, colgar carteles y apoyar siempre a la familia. Trae afiches, trae barbijo, trae banderas. ¿Por qué hace todo esto, todos los días?

Se cumplían tres años del asesinato de Fernando, en la mitad del desarrollo del juicio. Los móviles hacían una guardia permanente en los Tribunales de Dolores. Mucha gente también.

—Realmente me conmovió muchísimo. Este es un caso que me impactó, y dije: ‘tengo que estar con los padres’.

La señora hablaba en el móvil de la Televisión Pública. Debía pisar los 60 años y vivía en La Boca, en el sur de la ciudad de Buenos Aires. El pelo corto y grisáceo, los lentes de aumento. Este verano decidió cambiar sus vacaciones en la playa por los Tribunales de Dolores.

—Salía de vacaciones y decidí venirme para acá, hasta que termine, apoyándolos a los padres.

Cada mañana, desde muy temprano, la mujer pegaba muchos de los carteles que luego aparecían en la televisión. Se apostaba casi todo el día en la puerta del juzgado y se quedaba vigilando hasta tarde que las banderas estuvieran en orden y los letreros no se despegaran. Lucía el kit completo de apoyo a la familia del joven asesinado el 18 de enero de 2020: en la mano derecha una bandera con la cara de Fernando; en la izquierda, una pancarta pidiendo justicia con la cara de Fernando; colgado de la oreja, un barbijo que —también— tenía la imagen del joven y —también— exigía “perpetua para sus asesinos”; una remera con su cara dibujada sobre una bandera argentina y un prendedor que —no era difícil imaginarlo— también mostraba su rostro.

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