El único cable hacia el mundo

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Frente al tsunami de la cuarentena, las herramientas y plataformas digitales se transformaron en balsas para sobrevivir al naufragio social, laboral, educativo y todo lo demás también. Quienes podemos manoteamos los dispositivos disponibles y a internet como único cable hacia el mundo. Entre quienes más sufren el encierro probablemente están los niños, niñas y adolescentes (“les niñes” le gustaría decir a estos cronistas si se sintieran cómodos con el lenguaje inclusivo, al cual apoyan pero sentirían impostado su uso). Ellos repentinamente se vieron separados de sus amigos y amigas, y encerrados con sus familias, algo que puede resultar agobiante para ambas partes del tándem.

 

En tiempos difíciles casi todos abrazamos la balsa digital por amor o espanto, desesperados por no quedar aislados en el océano interminable de la cuarentena. Sin embargo cabe preguntarse qué imágenes dejará el naufragio. Si es que en algún momento volvemos a tierra firme.

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-Lo bueno de tener celular es que nunca te quedás solo-, le dice Lautaro (12) a un amigo, mientras chatean por Discord. 

Ya se ha dicho mucho sobre los chicos y chicas actuales que nacieron con un celular bajo el brazo. Algunos padres y madres intentan dosificar ese vínculo simbiótico con las pantallas mientras no pueden despegarse de las propias. Cabe insistir en que, aunque la presencia de los paradigmáticos y ubicuos teléfonos celulares esté naturalizada entre nosotros, tienen poco más de una década de existencia. Estas tecnologías personales, portátiles, multifuncionales y con conexión a internet, como plantea Paula Sibilia, implican propuestas de uso que son claves en los modos de vivir en el mundo de hoy: conectados, disponibles para la comunicación, visibles y en múltiples tareas a la vez. Las personas adultas hemos ido incorporando estas tecnologías a nuestras vidas como una novedad entre atractiva y amenazante mientras que para las nuevas generaciones este ecosistema tecnocultural es parte de su entorno natural.

 

El espacio digitalizado de la vida ya avanzaba sobre el mundo analógico pero dio un gran salto gracias a la cuarentena. Los niños, niñas y adolescentes multiplicaron sus horas frente a la pantalla para comunicarse con sus pares, entretenerse y vincularse con el mundo escolar. Para estos últimos en particular, en su mayoría con celular propio, todo el proceso de socialización y construcción identitaria característica de esta etapa de la vida se lleva adelante de manera indisociada entre el mundo virtual y el analógico. Las redes sociales les permiten ensayar distintos perfiles y versiones de sí mismos a la vez que construir un espacio propio alejado de la mirada de las personas adultas. Lo que hacen los y las adolescentes en las pantallas es comunicarse, informarse, consumir, producir, estudiar y todo lo demás. Habitan nuevos espacios y tiempos de encuentro asumiendo la permanente disponibilidad digital.

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